Nos cuesta disculparnos cuando creemos que la culpa no ha sido nuestra, si culpamos al otro del problema, nos sacamos de encima la responsabilidad de tener parte de culpa en el hecho. El enojo y su extensión luego de la discusión, sumado al orgullo no facilitan este paso. A veces no somos conscientes del dolor causado o consideramos que la otra parte exagera y esto se relaciona con que tal vez no hemos aprendido a ponernos en el lugar del otro, aceptando y respetando lo que siente.

Por otra parte, a veces nos cuesta aún más perdonar, por ejemplo, cuando ya ha sucedido lo mismo en varias ocasiones anteriores o cuando consideramos que hay cosas que de antemano no estamos dispuestos a perdonar. Siempre nos enfrentaremos a situaciones en las que podremos perdonar en el momento y otras en las que el tiempo nos ayudará en la tarea. Lo importante es facilitar el proceso del otro, dando señales claras de arrepentimiento y de intención de reparar el daño provocado.